Sunday, December 2, 2007

Las razones de Madero


“Fiaba Madero a Huerta la defensa de la legalidad por ser este un general audaz, valiente y organizado. Además de existir entre este y Félix Díaz una reconocida rivalidad, que serviría para estimular al general en su lucha contra su adversario. Pero principalmente, porque Huerta, destituido del mando militar en dos ocasiones por el propio Madero, había aceptado la orden presidencial con inigualable disciplina. La prueba de la lealtad de Huerta hacia el gobierno nacional no pudo ser más dura y efectiva en 1911 y 1912; y eso, pues, constituía un mérito de soldado y de hombre. Aquel comportamiento de Huerta, significaba, hasta ese mediodía de febrero de 1913, que era general de fiar y que a cualquier actitud contraria a los intereses del gobierno y de la nación podía ser destituido, sin problemas para el presidente ni para el país, del mando que se le daba con todos los caracteres de la responsabilidad y bien de la patria.”


Huerta obra de buena fe

“Hasta ese momento de la designación, no se observaba en Huerta el menor asomo de maldad. Estaba visiblemente emocionado por la prueba de confianza que le daba Madero. La maldad tocaría al hombre pocos días después, cuando en medio de los trances a los que lleva la guerra, considera que en lugar de ascenso y de la gloria ambicionada, podía ser destituido por tercera vez. Quizás la memoria, siempre rencorosa, que se ocultaba en el alma humana, salpicó con sus pronunciamientos vengativos, la mentalidad de aquel general que callada y resignadamente, había aceptado el destino que le daba el mando oficial.”

“Madero, tenía bases sobre que apoyar la designación de Huerta. No entregaba la defensa del gobierno constituido en manos de quien no solo poseía pasta de soldado calificado, sino también de ciudadano respetuoso de la jerarquía civil.”

“como Madero conocía de sobra los recursos que en material bélico tenía el general Félix Díaz dentro de la ciudadela, consideró que, para atacar el reducto de los pronunciados, no solo se requerían conocimientos militares, antes también mucha audacia. Y reconocía que Huerta era osado, muy osado.”


“Si el general Huerta cometió un pecado al aceptar la comandancia militar de la Plaza, tal pecado no fue el del dolo y premeditación engendrados en una pretraición. Consistió en no haber tenido la entereza de advertir al presidente que la Ciudadela no podía ser tomada con las armas y las fuerzas que el Gobierno contaba en esos momentos”


“En efecto, frente a dos mil soldados y rurales del Gobierno, los dos mil y tantos defensores de la Ciudadela tenían un poder de fuego equivalente a veinte mil soldados. La sola artillería de aquel recinto era suficiente para convertir en ruinas la ciudad de México. Félix Díaz, con el número de cañones y metrallas a su alcance, estaba en condiciones de destruir el Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec a la hora que quisiera. Además no siendo numerosos los defensores de la Ciudadela estos no tenían apremio de víveres de la metrópoli franca y abiertamente.”


Madero después de la breve escala en la fotografía Daguerre, continuo su marcha a palacio, en donde se reunió con los miembros del gabinete y los más connotados hombres del maderismo. Hasta allí llegó Huerta acompañado de sus ayudantes, Madero había puesto en conocimiento de los secretarios de Estado la designación en su favor, a lo cual nadie hizo objeción.”

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